domingo, 28 de marzo de 2010

Buenas y malas letras

¿Podemos considerar lo «bueno» o lo «malo» como algo intrínseco al diseño de una determinada tipografía o familia tipográfica? En términos técnicos, quizás si, en términos estéticos, absolutamente no.
Entiendo esta cuestión como algo totalmente subjetivo, así que lo que voy a exponer a continuación es una simple apreciación personal, sin ánimo de dar más que mi punto de vista sobre este —ya harto discutido— tema. 

Los diseñadores a veces experimentamos problemas cuando utilizamos tipografía, sobretodo para la composición de textos. Nos encontramos con fuentes que no están correctamente espaciadas o no disponen de los caracteres necesarios para una correcta –y necesaria– composición del texto en una determinada lengua. En este sentido, seguramente, podríamos etiquetar estas tipografía como «malas», independientemente de su forma. 1

Una «buena» tipografía no se define únicamente por su diseño, más bien se acaba determinando a partir de su uso. Y esto, en cierta medida, no es una cuestión que el diseñador de tipografía pueda llegar a controlar. Ello recae en la habilidad del usuario y en su capacidad para dominar el contexto comunicacional.
Los aspectos técnicos, sin duda, están, ahora más que nunca, en manos del diseñador de tipografía. El control en el dibujo vectorial y la producción tipográfica se consigue gracias al uso de software especializado que, con los conocimientos necesarios, permite generar fuentes con un nivel de calidad elevado.
Los aspectos estéticos son otra cosa. En este punto es determinante la experiencia y formación del diseñador, su bagaje cultural y, por supuesto, sus gustos personales, al igual que ocurre con el diseño gráfico, en general.

Tener en cuenta la tradición es importante, pues cuestiones como la legibilidad dependen en buena medida de nuestra facilidad para reconocer las formas y estas no han variado mucho desde los tipos romanos utilizados por Jenson a finales del siglo XV.
Como se puede observar, el margen de maniobra en el diseño de nuevos tipos de letra no es muy grande, sobretodo si se trata de tipos para cuerpo de texto. Cuestiones de percepción y adaptabilidad a los medios son determinantes para conseguir una buena aceptación por parte de los diseñadores y, en último término, de los lectores.

A comienzos de los años noventa algunas tipografías del sello independiente Emigré se hicieron realmente populares. Tipos como Template Gothic de Barry Deck (1990) poblaron las calles anunciando indistintamente café o ropa interior. El diseño tipográfico californiano estaba desplazando el diseño latino de tipos como Mistral (1953) del francés Roger Excoffon, que había sido el gran hit de los ochenta. Recuerdo que Template Gothic tenía graves problemas con algunas combinaciones de caracteres en la composición de textos en castellano. Los contextos en los que era utilizado este tipo no eran siempre los más adecuados pues, en la mayoría de los casos, se trataba de un uso más ligado a la moda que producto de una elección consciente para la resolución de un problema de comunicación.
Sin olvidar que la moda —como fenómeno cultural— es un valor a tener en cuenta, considero que un uso fuera de contexto de una determinada tipografía es sinónimo de un mal uso tipográfico. En todo caso estas descontextualizaciones, aunque pueden ser interesantes en casos muy concretos, están fuera del control del diseñador de tipos.

Erik Spiekermann considera que las «buenas» tipografías son aquellas que han sido diseñadas para cumplir un determinado fin. Y entre ellas destaca a su tipo Meta, diseñado como tipografía corporativa para el Servicio Postal de Correos de Alemania, el tipo Times, diseñado para dicho periódico o la Frutiger, diseñada para la señalización del aeropuerto Charles de Gaulle, en París.

Ante la gran cantidad de tipos existentes en el mercado se nos hace cada vez más difícil poder distinguir lo «bueno» de lo «malo».
Estoy, pues, de acuerdo con Spiekermann que una tipografía ha de estar vinculada, desde su diseño y desarrollo, a una determinada utilidad. Es más, pienso que ha de haber un motivo que aporte sentido –y razón suficiente– a la existencia de una nueva tipografía.
La ‘bondad’ de una determinada tipografía quizás tenga mucho que ver con esto.


Andreu Balius, 2009

------------------------------------------------------------------------------

Notas:

1. Por suerte, las mejoras técnicas en las aplicaciones destinadas al diseño de tipografía posibilitan un mayor control en la producción de fuentes y, por tanto, una mejora sustancial en los resultados.

.

2 comentarios:

  1. Genial el artículo Andreu, me ha gustado mucho la conclusión.

    ResponderEliminar
  2. ante estos dilemas yo recuerdo a david carson "que tiene que ver legibilidad con comunicación"

    ResponderEliminar